En marzo de 1509 Tordesillas recibió un extraño cortejo fúnebre. Lo encabezaba Juana I, reina de Castilla y princesa heredera de Aragón. Con ella viajaba el féretro con los restos mortales de su esposo, Felipe I, rey de Castilla, archiduque de Austria y duque de Borgoña, fallecido dos años y medio antes. Si sorprendente fue la llegada, aún más lo acabaría siendo el hecho de que la residencia de la reina se fijase en la villa donde, salvo unos meses, permaneció hasta su muerte en 1555.
Apartada desde el primer momento de la gobernación de sus reinos, se a relegado su figura en favor de sus padres, los Reyes Católicos, y de su primogénito, el emperador Carlos V. Olvidada por la Historia, Juana I ha sido presa de la leyenda, o de la mera fantasía, y sólo en época reciente empieza a recuperarse su verdadera importancia.
La celebración de un Congreso Internacional con motivo del V Centenario de la llegada de la reina a Tordesillas es una magnífica ocasión para ampliar el conocimiento que de ella y su época se tiene, lo que sin duda se logrará gracias a la participación de verdaderos especialistas en el tema.