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El jueves 23 de mayo, el Dr. Miguel Ángel Zalama (Catedrático de Historia del Arte de la UVa y Director del CTRI), impartirá una conferencia en el Centro de Estudios de América - Casa Colón de Valladolid a las 19:00 h. titulada: "Oro, perlas, bocados. El esplendor de la corte de Isabel la Católica y la financiación del viaje de Descubrimiento"

 

 

La intervención estuvo dividida en dos temas: uno, el análisis de la concepción y el valor que se daban a las joyas en aquel tiempo de finales del siglo XV; y dos, el papel que jugaron las joyas de Isabel la Católica en  la financiación del primer viaje colombino. En la cuestión de las joyas, se entendían a aquellos objetos como un medio de inversión, las personas adineradas invertían en joyas de oro y piedras preciosas. No importaba el valor artístico ni tampoco el aspecto simbólico que se las da en nuestros días. El collar de Isabel la Católica era el denominado como collar de balajes o collar de las flechas, un collar de una riqueza extraordinaria

Pesaba tres marcos, una onza y media, con cuatro balajes de rubíes y tasado a la baja en 40.000 ducados. La historia que tiene este collar puede definirse como rocambolesca. Perteneció a Juana Enríquez (1425-1468) que casó con Juan II de Aragón. Para levantar el sitio que se estaba llevando a cabo en la ciudad de Girona, el Rey aragonés empeñó este collar en Valencia por 40.000 ducados. Una vez recuperado, se acordó que sirviera de aval para las nupcias entre los futuros Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Recibido el collar, se vuelve a empeñar para defenderse de los Duques de Villena y de su sitio en Madrigal de las Altas Torres. Una vez tomada la decisión de la toma de Granada y de Baza, se vuelve a empeñar en Valencia y de los ochos balajes iniciales se sabe que Isabel se quedó uno en su joyero mandó aumentar la cantidad de oro. En 1491 se utiliza el collar para financiar esta empresa de Granada, por lo que podemos afirmar que el collar no fue utilizado para la empresa colombina. En la década de los 90, Isabel decide implementar el collar al añadirle un kilo de oro, y se le colocaron 16 flechas y diversas perlas.

Debido a los problemas de Fernando el Católico en Sicilia, el collar se volvió a empeñar, del mismo modo que se hizo con la invasión de Nápoles por parte de Luís XII de Francia en 1503. A la muerte de Isabel en el año 1504 se empeña y se vuelve a recuperar dos años después. Para la dote de su hija, Catalina con el futuro Enrique VIII volvió a empeñarse el collar. A su llegada, Carlos V se interesó por la joya, que se hallaba depositada en el Monasterio de San Juan de Burgos. Finalmente, en 1542 el collar desaparece, permaneciendo en paradero desconocido hasta nuestros días.